“Parar”, “Stop”, ese ha sido mi lema e hilo conductor de este verano.
Centrarme en las relaciones cercanas, en disfrutar de la naturaleza, de un paseo mañanero con mis pies rozando el rocío, preparar una comida para mi familia y amigos, arreglar unas viejas farolas, hablar con gente, perderme en la inmensidad del mar encima de una tabla, meditar con mi marido, sentir el paso de los kilómetros al volante, saborear cada beso, disfrutar de un bocado, escuchar la lluvia y el paso del agua… También ha habido “hacer”, porque en el campo siempre hay “cosas que hacer”. Pero sí con esa sensación de utilizar mis manos, mi cuerpo, de que no es un mundo virtual o a golpe de click, sino que estoy presente en el mundo real.
Sí que he enviado mensajes a veces por whatsapp para resolver algo o para estar cerca de mi círculo más cercano o he utilizado “el maps” para encontrar un sitio. Pero realmente he parado de “tener que”, de redes sociales en general, del ordenador, de llevar el móvil conmigo, de los horarios impuestos, de pensar en pasado y futuro.
¿Cómo me siento ahora tras este mes y medio de “parar”? Pues acabo de cumplir 48 y ese día de mi cumple reflexionaba, sobre esto mismo, y la verdad es que me siento genial, me siento realmente viva. No puedo pensar algo por lo que necesite quejarme o que me diga a mi misma “si esto… o si lo otro”. Claro que tengo auto-reflexiones, desarrollo personal que hacer, hijos, proyectos, necesidad de trabajo para sobrevivir, procrastinaciones, mejoras y planes, cosas que leer y estudiar… Pero me quiero con todo ello junto, vivo con todo ello. Con mis “paradas conscientes”, con mi empuje, con mis responsabilidades, con mis imperfecciones e incertidumbres. A veces más apurada, a veces más tranquila, pero intentando estar presente en todo ello.
Me dí cuenta que de esto también hablaba una película italiana “Cuestión de karma”, que vi hace dos días por casualidad en la TV2. Giacomo, el protagonista, un hombre bondadoso y tranquilo, lleva en su vida un vacío por la temprana muerte de su padre cuando era niño, y llega a la idea en su búsqueda de encontrarse en este mundo con la reencarnación de su padre. Tras indagar, se encuentra con un esotérico estudioso/filósofo francés, que le dice en quien se ha reencarnado su padre. A la vez, Giacomo, que admira al filósofo, le pregunta sobre cuál ha sido su conclusión sobre la vida y sus estudios tras todos estos años de investigación y reflexión. El filósofo le dice, “el asado con patatas” (que se va a tomar a medio día). El mismo mensaje, “el asado con patatas” le deja a Giacomo como nota antes de morir. Para que lo recuerde.
Buena enseñanza, pensé. Al final, todo lo importante de la vida está en los momentos presentes, instante a instante, de la vida cotidiana.
Cuentan también las historias que alguien le preguntó al Buda sobre lo que practicaban él y sus monjes. Entonces Buda contestó: “Nos sentamos, caminamos y comemos”. Con esta respuesta el interlocutor bastante incómodo replicó: -“pero maestro, todo el mundo se sienta, camina y come” a lo que Buda le dijo: “Es que cuando nos sentamos, sabemos que estamos sentados. Cuando caminamos, sabemos que estamos caminando. Cuando comemos, sabemos que estamos comiendo” Cuando contemplamos un bonito paisaje, sabemos que lo contemplamos.
Ahí podemos encontrar la práctica de la atención total y completa, en el trabajo y los momentos de la vida cotidiana. En carne y hueso.
Para mí, la atención plena es una manera de vivir, lo que llaman ahora “life style” o “estilo de vida”. Al menos una intención determinada y consciente de la manera en que quiero vivir. Donde tengo también una determinada intención de aplicar estos principios de los que nos habla Jon Kabat-Zinn en su libro “Vivir con plenitud las crisis”.
- No juicio – primero dando el primer paso de darnos cuenta cuando estamos enjuiciando.
- Mente de principiante –Cualquier situación puede ser una oportunidad para aprender si tenemos la curiosidad del aprendiz, con una mente dispuesta a verlo todo como si lo viese por primera vez.
- Paciencia – necesaria para cualquier práctica, para cualquier aprendizaje, para cualquier relación y convivencia. “Aceptamos que las cosas se despliegan a su ritmo”
- Confianza – En nosotros y en nuestra propia sabiduría. “Ya somos seres completos”.
- No forzar – “Ser más esforzándonos menos”. La meditación tiene más más que ver con el “no hacer” que con el “hacer”.
- Aceptación – “Ver las cosas como realmente son en el momento presente”, que no es resignación.
- Soltar – Cultivando la cualidad del “no apego”. Dejar que las experiencias sean las que son, dejando atrás deliberadamente la tendencia a aferrarse a lo que deseamos o rechazar lo no deseado
Con todo esto, deciros que practicar la atención plena, no es fácil. Es complicado en la sociedad occidental en la que vivimos, al menos donde vivo yo. Requiere determinación y constancia, para tener una práctica continuada en la meditación y en la vida cotidiana, y recordar cada momento, que es “ese” momento, el que estamos viviendo.
Os animo a conocer estas prácticas este otoño desde una mano cálida, dedicada y cariñosa, mi mano en los programas MBSR (Reducción del Estrés Basado en Mindfulness), Mindfulness en familia, Mindfulness para Adolescentes y Movimiento Consciente.